¿Cuántas veces hemos estado en una reunión o en una llamada telefónica y nos quedamos  “en blanco”, no pudiendo recordar el nombre de alguien? ¿Es Silvina o Silvana? ¿Julio o Julián? ¿Roxana o Romina? Y sin contar, al menos para mí, los nombres compuestos Juan Carlos, José Antonio, Rosa María,…

El no poder recordar el nombre de alguien no sólo es vergonzoso, sino que para algunas personas puede hasta resultar insultante que los confundamos con otros  -y puede dañar seriamente nuestras relaciones de negocios. Dale Carnegie dijo una vez: “El nombre de una persona es para él o ella el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”.

Decir: «No soy bueno recordando nombres» Significa: «No es importante para mí».

Si te etiquetas como malo en algo, será más difícil mejorar.

Tengamos en cuenta entonces, estos útiles consejos:

  1. Concentrémonos en la persona.

En el momento en que conocemos a alguien, démosle a él o ella toda nuestra atención. Hagamos contacto visual al saludar, al darle la mano; sonriamos y escuchemos con atención. Que aprender su nombre sea una prioridad. Tratemos de no distraernos. La habilidad para recordar nombres está relacionada con el esfuerzo y la concentración; no es una deficiencia cerebral.

  1. Repitamos el nombre en voz alta.

No se trata de una repetición sin sentido. Se trata de, al conocer a alguien, incorporar su nombre inmediatamente en la conversación, diciéndolo en voz alta por lo menos dos veces, por ejemplo en forma de pregunta para confirmar que lo hemos oído bien y que lo estamos pronunciando correctamente, y luego usarlo lo más naturalmente posible, durante la conversación. Esto es especialmente útil si no estamos seguros acerca de la pronunciación o la ortografía.

  1. Hagamos preguntas

Al hacer una pregunta, no sólo le damos a la persona la oportunidad de hablar, sino que a la vez tenemos tiempo para fijar su nombre en la memoria y envías el mensaje de que estamos interesados en él y que esa persona nos importa. Una razón por la que a menudo no recordamos nombres es que empezamos a hablar de nosotros mismos. Este error desvía la atención de la otra persona y nos priva de la valiosa oportunidad de retener y recordar el “sonido más dulce e importante de su nombre” y fijarlo en nuestra mente. Para evitar este contratiempo, hagamos una pregunta simple para conseguir que hablen primero.

  1. Repitamos el nombre en silencio.

A medida que la otra persona está respondiendo nuestra pregunta, repitamos su nombre en silencio por lo menos diez veces en nuestra mente. Escuchemos lo que él o ella está diciendo, y asegurémonos de proporcionar las señales no verbales para mostrar que estamos interesados y atentos.

  1. Elaboremos una vívida asociación entre el nombre y algo familiar.

Al mismo tiempo que estamos repitiendo en silencio el nombre, lo vinculamos con algo familiar para nosotros. Cuánto más extraña y exagerada sea la imagen que visualicemos, mejor. La otra persona nunca sabrá de esa imagen, de modo que podemos construir una realmente memorable.

  1. Concluyamos la interacción usando el nombre.

A medida que nuestra interacción con la persona llega a su fin, asegurémonos de decir su nombre por última vez.  Por ejemplo: “Fue genial conocerte, Manuel y espero que nos veamos otra vez” Después, podemos escribir el nombre para recordarlo mejor.

Por cierto, cuando digas tu nombre, dilo con énfasis y pausa: «Manuel      Gómez»