Cómo reducir el Miedo y la Ansiedad de una Presentación Pública

En los últimos años, cada vez doy e imparto más cursos y conferencias, desde a jóvenes hasta reuniones con clientes. Para mí, que soy una persona introvertida, he tenido que aprender a relajarme y luchar controlar mis miedos e inseguridades si quería lograr unos de mis sueños: Tener una vocación de formador, o mejor dicho, de facilitador y poder ayudar a los demás.

Desde que las presentaciones serían una faceta permanente de mi carrera (hace más de 25 años con un curso de Dale Carnegie de Hablar en Público), empecé a acumular tácticas y estrategias para aumentar el placer, al tiempo que reducía el dolor. Aquí hay ocho que me han ayudado mucho:

  1. Ayudar, no impresionar. He descubierto que gran parte de mi ansiedad era más sobre mi persona que sobre el curso o la presentación. Me preocupaba por lo que la gente podría pensar de mí, que si les iba a servir con eficacia. Lo que más me estresaba era por lucir bien que hacer el bien. No soy yo, son ellos. Me centro en las ideas importantes que voy compartir. Ya no me importa si lo hago perfectamente. Sólo espero hacerlo muy bien para que les pueda ayudar por la experiencia. Mi estrés desaparece cuando mi motivo es ayudar en lugar de impresionar.
  2. Ensayar, sin obsesionarme. He aprendido que el exceso de ensayar es contraproducente, tanto como no hacerlo. Provoco más ansiedad en mí mismo cuando mi preparación se mueve más allá del rendimiento que puedo dar. Cuando se trata de una obsesión, no en la preparación, es el momento de desconectar y simplemente me dedico a una actividad que me distraiga. Si yo estoy preparando una nueva presentación, la practico de tres a cuatro veces (como ensayo general): una vez cuando termino de prepararla, de nuevo el día anterior, y finalmente un par de horas antes con la idea ver las conexiones.
  3. Crear las paradas de descanso. Una presentación de 180 minutos puede parecer un campo de minas infranqueable, pero si la troceo en una serie de 10 minutos se percibe más factible. Empiezo a organizar mi material por trozos más pequeños que construyen, lógicamente, toda la presentación. Y si el tiempo me crea un problema, solo salto y concreto la presentación.
  4. Que sea una conversación. El público odia los monólogos prolongados. El público se desengancha cuando bosteza en el monólogo. Hay cientos de maneras ingeniosas para atraer a la audiencia que amplifican la capacidad de persuasión de la presentación, aliviar la conferencia y reducir la ansiedad con las paradas de descanso. Conversar con el público, saber muy bien el propósito de la conferencia y hacerlos partícipes de la misma. Usar los nombres es algo que funciona muy bien.
  5. Conocerme a mí mismo. No hay nada intrínsecamente estresante sobre una presentación. La ansiedad suele ser, a menudo, auto-inducida. Viene provocada de una fobia de cuando éramos pequeños con unas dolorosas experiencias de la vida (quedarme en blanco durante la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer con 12 años me hace recordar esa ansiedad). Con el tiempo, me di cuenta de que mis exigencias autoimpuestas por la perfección y el deseo de la aprobación universal eran mis principales generadores de ansiedad. He desarrollado fuentes de paz y un sentido de valor que son independientes de estos objetivos inalcanzables, he encontrado que es más fácil centrarse en la ayuda y no en la necesidad de impresionar.
  6. Respirar. Respirar como hacen los jugadores de golf cuando van a patear la bola: Inspira aire durante 5 segundos (sacando barriga), aguanta el aire 5 segundos y expúlsalo durante 5 segundos. Si lo haces durante 4 ó 5 veces, te relajas.
  7. Poses de Poder. Antes de iniciar la reunión o una presentación, buco un lugar privado, el baño es ideal, y delante del espejo me pongo las manos en las caderas (tipo superman), saco pecho y con la mejor cara que tengo… trato de inflarme con palabras de energía y con una amplia sonrisa… «A por ellos!!» Genero testosterona que es la hormona de la valentía.
  8. Visualizar. Me adelanto al futuro y me veo tal como estoy dando la presentación. A nivel positivo y cumpliendo el propósito de la misma. Eso me relaja y me adelanta el éxito. Al atleta de élite, cuando un periodista le pregunta antes de la carrera que si está nervioso, dice que no, que está entusiasmado (ha visualizado su momento de gloria).

Con los años, estas tácticas me han ayudado a aprender a conectar de una manera significativa con los grupos, convirtiendo las presentaciones en vez de miedos y ansiedades, en algunas de las experiencias más gratificantes de mi vida. La experiencia de ponerme de pie delante de una audiencia ya no es una maldición, para mí es una bendición.

Este artículo se publicó el 24 de octubre de 2016.